domingo, 15 de septiembre de 2013

Cómo ser jefe sin dejar de ser humano (ensayo)

Para empezar, ¡quítese los lentes! 
(Prólogo de "Cómo ser jefe sin dejar de ser humano") 

Cierta vez, durante un análisis por incumplimiento de sus tareas, le exigí, o casi traté de imponerle, a uno de mis subordinados que se quitara sus lentes oscuros y que me mirara a los ojos. Pretendía yo buscar con la mayor precisión posible, en su mirada, la causa real de su informalidad laboral. Pero, ante mi mandato, mi entrevistado tuvo una respuesta punzante y resuelta: “No me los quitaré”. De aquel extenso debate salí con una aparente victoria, aun cuando él no se quitó los lentes; sin embargo, al final, el vencedor fue Fernando. Él pudo haber olvidado el incidente unos meses después; yo, aunque han transcurrido más de veinte años, aún lo recuerdo. Unas horas después del marchito debate, llegó uno de los peores momentos de mis relaciones con personas a las que he “dirigido”.

Al conversar en mi oficina sobre el altercado laboral, un colega me dijo: ¿Sabes por qué Fernando no se quitó sus lentes? Ante mi cara de interrogación, continuó con unas palabras que calaron muy hondo en mí: “El problema es que Fernando perdió un ojo hace varios años y siente vergüenza de que lo vean así”. Ese día perdí hasta el apetito. Era yo un bisoño en eso de “guiar grupos” y no tuve el cuidado de conocer previamente a todas y cada una de las personas que estaban bajo mi responsabilidad. No sabía ni me preocupaba por saber quiénes tenían hijos, padres; problemas de salud, familiares, financieros, de vivienda... Un tiempo después, y gracias a esta infortunada experiencia, llegué a la conclusión de que en mis primeros años en funciones de dirección no actuaba con suficiente humanidad, lo que equivale a decir que no era un verdadero jefe y mucho menos un líder entre mis compañeros y subordinados. Esa vez y muchas más, quien debió quitarse los lentes fui yo. Por desgracia, aunque ya sabemos que nunca es tarde para cambiar hacia el bien, pasaron muchos años antes de que me diera cuenta de cuán errado estaba. Cierto es que existe mucha literatura acerca de técnicas de dirección, sobre estrategias que un gerente debe seguir con la finalidad de guiar grupos de personas que pertenecen a su organización. Sin embargo, muchas veces esos tratados restan importancia, o tratan de forma incidental, cuestiones que considero esenciales en los procesos de intercambio entre dirigentes y dirigidos. Acerca de las archiconocidas estrategias gerenciales no es necesario ahondar en el presente texto. Centraré mi atención en cuestiones verdaderamente humanas y que pueden hacer reflexionar acerca de los espinosos caminos que recorremos quienes dirigimos y cómo podemos hacer que, desde una posición si no humanista sí al menos más humana, la economía y la convivencia sean más eficientes y armoniosas, incluso en los espacios más pequeños de nuestras organizaciones laborales. Aquí intento comunicar algunos consejos no solo para aquellos grandes directivos que llevan bajo su firma la vida de muchas personas. En estas reflexiones trato de compartir consideraciones de aplicación práctica y necesaria hasta para quienes solo tienen bajo sus órdenes a un asistente. La aplicación de estas exhortaciones seguramente los salvará de aberrantes actitudes y los guiará por los caminos del bien en las relaciones laborales, que no deben verse desligadas o como algo distinto de las humanas. Tomemos en cuenta que los individuos que dirigimos son padres, madres, hijos, esposos, esposas, abuelos… Tendremos en cuenta que, cualesquiera que sean sus competencias, actitudes, capacidades y virtudes, son seres humanos que necesitan ser respetados y conducidos con dignidad y condescendencia. Mis recomendaciones no deben ser vistas como diseños inviolables, como un plan preestablecido, ni mucho menos diseñadas para un jefe determinado. Estas, que son el resultado de observaciones y experiencias de más de veinte años, pueden ser empleadas sin seguir un orden. El lector puede disfrutar esa libertad que le pertenece por derecho y comenzar a leer por la última parte, si así lo desea; el jefe podrá hacer uso de ellas en la secuencia y magnitud que lo estime y considere necesario. Cualquiera que sea la decisión, estoy seguro de que podrán salvarlo de desagradables actitudes y sus correspondientes categorías, en las que muchos hemos caído, y ubicarlo a la vez en la de un “jefe humano”. Debo aclarar que no sólo incluyo aquí mis experiencias, sino muchas que he ido recogiendo y que aportan una mixtura de situaciones que son distintivas de lo que se debe y de lo que no se debe hacer para declararse jefe y humano a la vez. Ninguna de las anécdotas ha sido recreada, todas están ajustadas a la realidad. Con el presente texto deseo saldar esa deuda que tengo con Fernando y con otras personas a las cuales no di el trato adecuado en mis primeros años de “jefe improvisado”. En esta obra, he decidido quitarme los lentes e invitar a los que aún los llevan puestos a que hagan lo mismo. Es la única manera de ser jefes, sin dejar de ser humanos. Cierro esta incitación inicial con algo que ocurrió alrededor del hecho más doloroso que he sufrido en mi vida. Esto que nunca he olvidado puede dar una idea de que la presente obra no tiene como único móvil aquellas situaciones desagradables en las que he sucumbido durante mis acciones como jefe, sino también aquellas en las que he estado en el rol de subordinado. Esto sucedió pocos días después de la muerte de mi hermano: Uno de mis jefes, mientras trataba un tema común, dijo que el suicidio era un acto de cobardía. Un dolor inmenso se apoderó de mí y dos lágrimas bañaron mi rostro. No pude articular palabra alguna. Salí disparado de la oficina en que se desarrollaba la reunión y ahogué mi sollozo en el baño más cercano. Seguramente mi jefe no pensó en quienes estábamos a su alrededor o tal vez ignoró mi dolor y la interpretación que yo podía hacer de sus palabras. El no tener en cuenta mi presencia y mis sentimientos provocó que jamás lo mirara del mismo modo.

5 comentarios:

  1. Debe estar muy interesante este libro si nos hace reflexionar sobre nuestro comportamiento con los demás, sin necesidad de ser jefe o subordinado creo que estos valores humanos que citas deberían estar presentes en todas las personas. Como bien dices nunca es tarde para cambiar hacia el bien y ponernos en el lugar del otro es uno de los pasos para conseguir el buen fin.
    Saludos afectuosos.

    ResponderEliminar
  2. Esta pagina es de Bismar Galan si o no.Es que quiero pedirle permiso para publicar su libro en una pagina llamada Wattpad esta de aqui https://www.wattpad.com/home
    Me encanta este libro ni me lo he terminado de leer voy como por la mitad.
    Este libro quiero compartirlo con los usuarios de Wattpad.

    ResponderEliminar
  3. Interesante el prologo del libro, acabo de entrar por primera vez a su blog y me impresiono el tema del libro, aun sin leer el libro invita a reflexionar en como tratar a otras personas ya sean subordinados, usuarios o desconocidos

    ResponderEliminar

Deja tu mensaje